viernes, 26 de julio de 2013

Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan



Hace unos años parecía que ese nebuloso género literario que agrupaba la autoficción, las biografías noveladas y las “novelas para escritores” había iniciado su irrefrenable declive debido a la saturación. Ya nadie quería leer otro libro sobre un escritor que escribe un libro sobre un escritor que escribe un libro sobre... Sin embargo, en los últimos años, y principalmente desde Francia, nos han llegado algunos ejemplos de la mejor literatura contemporánea con algunos puntos en común: el autor relata en el libro el proceso de escritura y no se oculta tras la objetividad de la tercera persona, sino que se implica de manera directa. O, como en el caso de Delphine de Vigan, de manera visceral. 

Estamos hablando de libros como los de Emmanuel Carrère, que se ha convertido en uno de los grandes autores contemporáneos y a la vez en un personaje totalmente reconocible. O de HHhH, el absorbente libro del primerizo Laurent Binet sobre Heydrich. Ahora a la lista se añade de Vigan con Nada se opone a la noche, un estremecedor relato en primera persona centrado en la figura de su madre. Y es que si algo une a estos escritores es que sabiamente han apartado cualquier tentación de novelizar y han optado por escribir libros de no ficción. Con la exposición que eso supone, con los peligros que conlleva la tentación de la fantasía, con la valentía de exhibirse a sí mismos ante el lector. Pero superados todos los escollos, el resultado es tan fascinante como conmovedor.



En el caso de Nada se opone a la noche, el tema es especialmente delicado. El suicidio de la madre de Delphine de Vigan (con el que se abre el libro) es solo el inicio de un viaje desalentador a través del cual iremos conociendo a una familia de apariencia perfecta y trasfondo oscurísimo. La belleza de la madre también ocultará unos problemas mentales que marcaran su vida y la de sus hijas, unas vidas llenas de altibajos que desembocarán en un estallido no por esperado menos devastador.   

De Vigan no se esconde e intercala en la narración fragmentaria de la historia de su madre sus propias dudas y miedos durante la escritura. Su confrontación con familiares, su incapacidad para seguir adelante, su determinación para concluir su homenaje. En la fina línea que separa la sensibilidad de la sensiblería, de Vigan nunca cruza el límite. Sabe lo que puede contar y lo que no. Y vaya si sabe cómo hacerlo. Nada se opone a la noche, pese a su oscuridad, es sin embargo un libro deslumbrante, un libro sobre la lucha por la vida y el reconocimiento de las limitaciones del amor. 

Editorial Anagrama
Traducción de Juan Carlos Durán

Libros para todos   

miércoles, 24 de julio de 2013

La lengua del Tercer Reich, de Victor Klemperer



Por muchos libros que se lean o muchos documentales que se vean sobre el Tercer Reich, algo en esta ideología criminal sigue permaneciendo incomprensible. La magnitud de su maldad (que no se puede despachar considerándola como “locura”), la amplitud de su influjo sobre las masas (que va más allá del poder de la propaganda) o el seguimiento incondicional a principios diabólicos (que la “banalidad del mal” no explica en absoluto) son solo algunos aspectos que 70 años después de la llegada de Hitler al poder y miles y miles de documentos de investigación no han conseguido desentrañar por completo.

Podría parecer que el libro de Victor Klemperer La lengua del Tercer Reich (LTI) se ocupa de un tema marginal, como es el estudio filológico, dentro del vasto campo de los estudios del nazismo. Pero en realidad su penetración es tan profunda que llega a las entrañas del monstruo. LTI no es solo una recopilación de palabras y expresiones utilizadas y manipuladas por los nazis para imponer una “cosmovisión” (termino de su predilección), sino que dibuja un limitado pero preciso panorama de la vida bajo la opresión totalitaria.



LTI se puede leer también como una autobiografía. Aunque Klemperer trata de no centrarse en sí mismo, y ni tan siquiera en la tragedia judía, la lectura de su libro es una matizada descripción de sus propias vivencias durante los 12 años de nazismo. Los detalles de la vida cotidiana que en otras circunstancias se dejarían pasar por intrascendentes, en estas circunstancias se transforman en evidencias de una nueva e incomprensible existencia, siempre al borde del colapso.

Como no podía ser de otra manera, las anotaciones filológicas de Klemperer son brillantes (y nos gustaría destacar la esmerada traducción de Adan Kovacsics). Desde el estudio de los signos de puntuación (frente a lo que podría parecer, los nazis no tenían preferencia por las exclamaciones, sino el entrecomillado irónico), hasta la topografía (basada en una mitología germánica no menos fantasiosa que las pretendidas bases científicas de su racismo). Pero LTI no es un libro para especialistas. Es un libro fascinante que, a través de las palabras, ayuda a comprender un poco mejor un fenómeno por lo demás inefable.


Editorial Minúscula

Traducción de Adan Kovacsics

lunes, 22 de julio de 2013

Nosotros, de Evgueni Zamiátin



Nosotros suele aparecer junto a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell, como una de las más importantes novelas distópicas del siglo XX. De hecho, el libro de Evgueni Zamiátin sirvió como claro precedente de las novelas de los dos autores británicos, y así lo reconoció por lo menos Orwell. Sin embargo sería absurdo lamentarse de que la fama de 1984 haya oscurecido los méritos de la obra de Zamiátin. Porque, seamos sinceros, el reconocimiento de Orwell ha propiciado más que obstaculizado el hecho de que Nosotros se siga reeditando hoy en día.

En sus primeros capítulos Nosotros transmite la misma sensación de frialdad y distanciamiento en el que viven sus personajes. Todo es matemático, científico, simétrico. Pero poco a poco se va produciendo el deshielo y casi sin transición se pasa a un estilo totalmente opuesto, onírico y pasional. Así, el hecho de que sus personajes sean nombrados como números (D-503 es su protagonista) al principio causa extrañeza y dificultad para el reconocimiento. Pero según pasan los capítulos, estos símbolos cobran vida y se hacen reales.



Y no otro es el propósito mayor de la novela. Porque se puede interpretar como una parábola del totalitarismo, como una crítica al fascismo y el comunismo. Y claro que lo es. Pero ante todo, Nosotros en una reivindicación de la naturaleza humana. Por mucho que el “poder” pueda intentar controlar a la gente por los medios más sofisticados de ingeniería social, la naturaleza humana siempre pervivirá.

No se puede decir que Zamiátin sea un gran estilista, y el desarrollo dramático de Nosotros es a veces confuso y apelotonado. Pero estas deficiencias se ven compensadas por una visión original y no esquemática del género, por un conocimiento de primera mano del terror totalitario, y por un idealismo que no se regocija en grandes propuestas, sino que se materializa en una historia tan desesperada como, en el fondo, segura de que el humanismo prevalecerá. 


Editorial Akal
Traducción de Sergio Hernández-Ranera

Libros para todos  

jueves, 18 de julio de 2013

Diario de un ama de casa desquiciada, de Sue Kaufman



Si en Historia económica y social la Gran Depresión se identifica con los años 30 del siglo XX, en la Historia de la literatura norteamericana, la Gran Depresión no puede hacer referencia a otro periodo que el que va desde mediados de los años 50 hasta finales de los 60. Con el punto de partida simbólico de El hombre del traje gris, de Sloan Wilson en 1955 hasta llegar a Diario de un ama de casa desquiciada de Sue Kaufman en 1967, y pasando por autores como John Cheever o Richard Yates, el panorama literario de la época esta marcado por el desencanto y una profunda desolación.

En principio sería fácil considerar el Diario de Kaufman como el reverso femenino del libro de Wilson, pero en el fondo es mucho más amargo. Después de todo, Wilson optaba por algunos atajos y evitaba adentrarse en los aspectos más áridos de la responsabilidad personal; sin embargo, Kaufman no se arredra ante las contradicciones de su personaje. 




De hecho, si el libro no estuviera contado en primera persona, su personaje sería casi repulsivo, pero al concederle el dominio del punto de vista, logra que seamos capaces de comprender la miseria de una vida echada a perder, aunque sin caer en la indulgencia. Incluso su ambiguo capítulo final, que puede interpretarse como una concesión, en realidad mantiene el tono de repulsión que se ha desarrollado a lo largo de toda la novela.

Si leído hoy, con la perspectiva del tiempo y el revival de la época que ha conseguido imponer Mad Men, el libro de Kaufman sigue pareciendo audaz e implacable, es porque la autora sabe construir un personaje protagonista tan real como cercano, y eso gracias a que sus debilidades no solo la hacen humana, sino totalmente familiar. En todo momento el lector espera una vía de escape, un alivio, pero no habrá respiro. Y sin embargo, cuando se llega a la última página, el sentimiento de depresión no logra empañar la sensación de que hemos sido testigos indiscretos de una vida que nos atañe personalmente. 


Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Milena Busquets


martes, 16 de julio de 2013

El canto del cisne, de Edmund Crispin



Hasta tal punto El canto del cisne contiene tantos elementos de la novela clásica de detectives que podría tomarse como un popurrí del género. Pero el nombre de Edmund Crispin, que ya nos había demostrado en La juguetería errante su habilidad para mezclar tramas elaboradas con un toque de humor irresistible, garantiza que no estamos ante un cajón de sastre revuelto, sino ante un plato perfectamente cocinado con todos los ingredientes que los admiradores de las historias de detectives esperan encontrar.

Aquí tenemos a Gervase Fen, el excéntrico profesor metido a detective infalible; la ciudad de Oxford, evocador escenario donde los crímenes más absurdos se convierten en materia de estudio erudito; una compañía de ópera rebosante de egos que prepara el estreno de Los maestros cantores de Wagner; un supuesto suicido con algunos cabos sueltos (literal); y no una, sino hasta tres parejas de enamorados que mezclaran sus cuitas con la investigación del crimen. Por supuesto, también habrá otros personajes a cuál más lunático y escenas en las que la sutil línea entre tradición y parodia se ve todavía más enflaquecida.



Pero hay un apartado en el que Crispin se aparta de las normas del género detectivesco. En este tipo de libros, al contrario que en la novela negra, a menudo lo más importante es saber “quién lo hizo”, el famoso “whodunit”. Por el contrario, y sin que ello signifique que Crispin sea negligente en la elaborada resolución del caso, en El canto del cisne lo más divertido es conocer las peculiaridades de cada personaje, dejarse llevar por su ambiente puramente literario y disfrutar de una intriga tan intrascendente como refrescante.

Editorial Impedimenta
Traducción de José C. Vales

lunes, 15 de julio de 2013

McMafia. El crimen sin fronteras, de Misha Glenny



A menudo tenemos la sensación de que “allí abajo” hay un mundo completamente diferente, un mundo del que nos llegan algunos ecos, pero al que por lo común permanecemos ajenos. No hablamos de una concepción platónica o metafísica, sino del mundo de la delincuencia organizada, en teoría apartada de las personas normales, pero que en realidad nos afecta de una manera directa y turbadora.

Por eso uno de los motivos que explican el auge de la novela negra es que nos ayuda a comprender un poco mejor esta realidad paralela. De hecho, cada vez es más difícil poner los límites. Si todos los días vemos noticias sobre bancos, grandes empresas y partidos políticos que se mueven no ya en los límites del sistema, sino en la ilegalidad más clamorosa, ¿dónde está la frontera entre las organizaciones criminales y las organizaciones “respetables”?



McMafia, que daría para un centenar de novelas negras, es todavía más aterrador y desconcertante por ser un libro de investigación. Su autor, MishaGlenny, es un reputado periodista que como corresponsal de la BBC conoció el infierno de las guerras de los Balcanes en primera persona, viajó alrededor del mundo, y a través de casi 300 entrevistas y una exhaustiva documentación ha armado un atlas del crimen que va desde Europa del Este hasta China en un recorrido desalentador por los diferentes crímenes que asolan el mundo, desde el tráfico de armas y personas a los delitos cibernéticos o financieros.

Glenny posee los recursos de un gran narrador de historias que sabe manejar la síntesis y poner énfasis en los puntos más importantes, siempre manteniendo un equilibrio entre el aluvión de información y la necesidad de concreción. Sus encuentros con peligrosos criminales y expertos en todo género de delitos siempre tienen un punto de tensión como en las mejores novelas. Y es que estamos ante un nuevo tipo de realismo en la literatura, y este sí que es realismo sucio.

Editorial Destino
Traducción de Joan Trujillo




miércoles, 10 de julio de 2013

Doctor Arrowsmith, de Sinclair Lewis



No es de extrañar que Doctor Arrowsmith se haya convertido en un clásico de la literatura norteamericana. Más allá de sus valores puramente literarios, el protagonista de la novela de Sinclair Lewis representa un héroe típicamente americano, idealista, individualista y determinado a llevar a cabo sus propósitos sin que nada ni nadie se interponga en su camino.

De hecho, Doctor Arrowsmith recuerda mucho a otra “gran novela americana”, El manantial, de Ayn Rand. Aunque ambos autores mantuvieran convicciones ideológicas divergentes, este retrato de un personaje que se eleva por encima de convenciones sociales y que trata de imponer su individualismo ante cualquier intento de coartar su libertad trasciende cualquier presupuesto político para convertirse en un ideal de vida.



El libro de Lewis es, más que una novela-río, una novela-catarata en la que los acontecimientos se suceden sin descanso. La novela empieza casi como una historia de campus universitario, pero enseguida coge inercia y veremos a su protagonista sumergido en diferentes avatares familiares, profesionales y políticos. También habrá viajes “exóticos” y una poblada galería de personajes recurrentes que contribuyen a pintar un panorama amplio y diverso de la sociedad americana de principios del siglo XX.

Lewis no se arredra ante desafíos estructurales que pueden llevar a la dispersión. Tampoco tiene miedo a usar unos diálogos extensos y explicativos ni a usar comodines que sirvan para la identificación de sus personajes. Después de casi un siglo de su publicación, su lectura actual necesita paciencia y cierta distancia para tomarse sus disertaciones más como ejercicios literarios que como advocaciones de una determinada forma de vida.


Editorial Nórdica
Traducción de José Manuel Álvarez


viernes, 5 de julio de 2013

Alcancía. Vuelta, de Rosa Chacel



En esta segunda parte de los diarios de Rosa Chacel, que se inician en 1967 y llegan hasta 1981, tanto como los temas tratados, destacan los asuntos sobre los que apenas hay referencias. Casi no hay nada en ellos sobre la vida familiar de la autora, aparte de algunas insinuaciones. Lo más común es que despache su vida doméstica con anotaciones del tipo “esto es demasiado engorroso para hablar de ello” o “prefiero no comentar nada”. Y tampoco hay en Alcancía apreciaciones políticas. Nada respecto a Brasil y ni una sola referencia a la muerte de Franco, que tuvo lugar cuando ya había regresado a España, o a los sucesos de la transición.

Por el contrario, sí que son tratados en abundancia temas que un intelectual con ambiciones de pasar a la posteridad habría apartado por intrascendentes. Abundan, por ejemplo, los sueños detallados, lo que muestra lo poco que le importaba a Chacel lo que podría interesar o no a sus lectores. También, sobre todo en la primera parte, hay multitud de comentarios sobre las películas que veía. Respecto a sus apreciaciones literarias, casi siempre van contra corriente.

En varias ocasiones Chacel apunta que quiere que su diario sea un simple recordatorio, un referente para sabe lo que ha hecho y lo que tiene que hacer, por muy pedestres que sean estos propósitos. Algo frustrante es su continua manía de decir “me ha pasado algo muy importante, pero no tengo fuerzas para contarlo ahora”, o “he tenido un encuentro interesantísimo, mañana lo detallaré”, y por supuesto ese mañana nunca llega.



Alcancía se puede leer también como un libro epistolar sin cartas. Chacel siempre está escribiendo cartas y esperándolas. Se desespera porque no tiene ganas de responder a toda su correspondencia, pero lo que realmente le sienta como un tiro es no recibir a tiempo las cartas esperadas. Con temor a extravíos, a enfermedades, a enfados, parece estar siempre pendiente de la llegada del cartero, que ineludiblemente (aparezca la carta o no) supone una decepción.

Se podría decir que Alcancía es un libro seco, a veces hasta despiadado. No hay en este diario ni una gota de sentimentalismo, lo que no significa que no haya sentimiento. El predominante es la desesperación. En sus años brasileños Chacel se lamente del poco caso que le hacen, que a su edad siga teniendo que preocuparse por tener una mínima seguridad económica y el reconocimiento intelectual que se merece. Pero cuando regresa a España y triunfa de manera indiscutible, sigue sin sentirse cómoda. No es de extrañar que la expresión más utilizada en el libro sea “esto es atroz” y sus variantes.

Sin embargo, hay algo en Chacel que la sitúa por encima de estas rabietas. Es como ver a un genio quejarse de que todo le sale mal y que nadie le aprecia mientras escribe obras maestras y es adorado por todo el mundo. Mientras, Chacel, con más de 70 años, vive en una perpetua dieta, piensa en operarse la papada, compra vestidos y colonias de capricho. Es un coqueteo permanente que también se trasluce en su escritura. Y el lector cae rendido.


Editorial Seix Barral


lunes, 1 de julio de 2013

Los pichiciegos, de Fogwill




Según la leyenda, Fogwill escribió Los pichiciegos en solo tres días, precisamente los días finales de la Guerra de las Malvinas. Sin cuestionar esta versión ni dejarse llevar por mistificaciones propias de literatos, lo cierto es que la lectura de la novela trasmite una sensación febril y de urgencia que casa perfectamente con una situación histórica que vista hoy parece casi surrealista.

En un contexto de debacle moral y físico, es difícil enfrentarse a los hechos de manera directa, y quizá por eso en el estilo de Fogwill llama la atención un uso continuo de metáforas y parábolas. Pero este tipo de literatura que juega con el simbolismo, o peor aún, con las tesis, suele envejecer muy mal. Sin embargo, 30 años después de su publicación, Los pichiciegos mantiene toda su pujanza, y eso se debe a que es mucho más que un libro en clave.



Porque las metáforas pueden parecer obvias (esos soldados subterráneos, esos barcos a la deriva), pero lo que realmente queda de la lectura del libro es una descripción de ambientes escalofriante,y no porque sean especialmente realistas. De hecho, ni tan siquiera son descripciones al uso. Al contrario, muchas veces las situaciones relatadas son como alucinaciones, difíciles de captar al principio, como si fuera un mundo de muerte y desolación al estilo de Pedro Páramo. En todo el libro apenas hay descripciones clásicas, objetivas, todo esta visto desde una perspectiva al borde de la locura, cuando ya nada tiene sentido.

El otro punto que ha convertido a Los pichiciegos es un clásico contemporáneo es el uso del lenguaje. Fogwill consigue imprimir a sus diálogos de una vivacidad y contundencia que golpea al lector de manera continua. Es cierto que a la edición no le habría venido mal un glosario de argentinismos, pero aún así se capta de manera perfecta un estilo creativo y preciso que no busca caracterizar personajes ni retratar de manera precisa un lugar o una historia clásica, sino un estado de ánimo en el que esa realidad ha sido subvertida y solo queda el desasosiego.


Editorial Periférica