miércoles, 22 de enero de 2014

El pensamiento salvaje, de Claude Levi-Strauss


En la exaltación ideológica de los años 60 había poco espacio para la moderación. Principalmente desde las facultades francesas de Ciencias Humanas se inició una renovación analítica a menudo influida por el marxismo que llevó a expresar una cantidad de disparates que hoy en día parecen casi increíbles (solo por citar uno especialmente descabellado, el antropólogo Bruno Latour aseguró que Ramsés II no pudo morir de tuberculosis porque en su época el bacilo de Koch no había sido descubierto). Pese a su patente ridiculez, Imposturas intelectuales demostró que algunas de estas teorías descabelladas y charlatanas sigue teniendo cierta vigencia, curiosamente más en las universidades de Estados Unidos que en Europa.

Pero no todos los estudios de esa época fueron grandilocuentes loas a la nada, sino que en algunos campos la revolución fue real y los nuevos métodos de investigación y análisis que propiciaron siguen siendo válidos. Entre los nombres más destacados de ese periodo sigue destacando Claude Lévi-Strauss, el etnólogo que creo un nuevo sistema de acercamiento a los pueblos “primitivos” (a partir de él la palabra tuvo que matizarse con las comillas), y que planteo un sistema global, el estructuralismo, siempre discutible, pero que dio pie a interesantísimas innovaciones.




En El pensamiento salvaje Lévi-Strauss despliega un apabullante muestrario de categorías, sistemas, y listas para demostrar que los “salvajes” poseen un pensamiento abstracto desarrollado y unos principios de estructuración tan complejos como los que pueda tener el mundo occidental, solo que diferentes. Pero lo más importante es que Lévi-Strauss no cae en el relativismo. Su aportación principal fue dar valor a los pueblos “primitivos”, no considerarlos como sub-humanos, sino pertenecientes a culturas diferentes, sin que ello suponga una degradación de la importancia de la naturaleza humana.

Efectivamente, en el eterno debate entre cultura y naturaleza, Lévi-Strauss pone enfasis en la realidad de esa naturaleza humana que muchos de los pseudofilósofos de la época negaban. La influencia cultural es patente, pero ello no impide que cada “raza” (otro término que perdió sentido) comparta un fondo común. Las referencias, las tradiciones, los sistemas de comunicación pueden ser distintos, pero el ser humano siempre es el mismo.

Editorial Fondo de Cultura Económica
Traducción de Francisco González Aramburo

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