Aunque en su juventud
Elias Canetti escribió algunas obras de teatro y una única novela
(la extraordinaria Auto de fe), en realidad es uno de los pocos
ensayistas que ha logrado obtener el Premio Nobel de Literatura. Más
concretamente, se puede argumentar que logró este galardón por una
sola obra, Masa y poder, “la obra de toda una vida”. Pero, además
de Masa y poder, uno de esos libros que ya han alcanzado tal
categoría mítica que casi nadie lo lee (cuando es una inagotable
fuente de reflexión y perspicacia), Canetti también es el autor de
una autobiografía que hará perdurar su nombre.
El primer tomo de estas
memorias es La lengua absuelta, que abarca sus primeros 16 años de
vida. No fue un periodo tranquilo, pues en este tiempo Canetti vivió
en Bulgaria, donde estaba establecida su familia, de origen sefardí;
Inglaterra, a donde se trasladó siguiendo a su padre precisamente
para apartarse de su familia y prosperar en los negocios; en Viena,
tras la muerte prematura de su padre, y que era una ciudad legendaria
para él debido a la devoción de su madre; y finalmente a Suiza,
escapando de los peligros de la I Guerra Mundial, y donde el joven
Canetti encontrará el paraíso terrenal.
Si Canetti era un niño
“especial” (lo de difícil le vendría más tarde), su familia no
se quedaba atrás. Tenemos al áspero abuelo materno, a la abuela que
no se levanta nunca del diván, al inconstante abuelo paterno, al
gran tipo que era su padre, el hombre más honrado del mundo, y sobre
todo a su madre. Durante la parte central del libro, la madre de
Canetti se convierte en la verdadera protagonista. Viuda joven,
tiranizada por los celos de su propio hijo, con las ideas claras y la
decepción de su vida artística malograda, su relación con Elias es
de tragedia griega.
Todo el libro es una
recuperación de imágenes, a veces deslavazadas, tratadas con la
inconsistente mirada de un niño. Es curioso que Canetti, un autor
totalmente obsesionado con la palabra y el texto escrito, sin embargo
para recobrar su memoria utilice recursos casi puramente icónicos.
El libro comienza con un color (por entonces Canetti todavía no
tenía el don de la palabra) y partir de entonces cada escena nace en
una imagen, una sensación. Solo en la revisión madura llegará la
explicación, esta sí puramente verbal.
Editorial
Muchnik
Traducción
de Lola Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario