lunes, 31 de marzo de 2014

El amor de Mitia, de Iván Bunin


Pese a ser el primer escritor ruso en ganar el Nobel, Iván Bunin no ha entrado en el canon de los autores imprescindibles, y ni tan siquiera es demasiado conocido. Para ello sería necesario en primer lugar que su obra fuera ampliamente difundida, requisito que de momento no se ha cumplido. Con El amor de Mitia y otros relatos podemos empezar a conocer a un autor singular y que a la vez nos es muy familiar.

Todos los cuentos reunidos en El amor de Mitia, excepto el primero, son posteriores a la Revolución de octubre, y sin embargo en la mayoría de ellos es como si nada hubiera pasado. Seguimos en el mismo mundo de Chéjov, o incluso de Turguénev, con estudiantes torturados, criadas melancólicas y finales siempre trágicos. El mundo de Bunin parece una ensoñación, el reflejo de un pasado quizá más literario que real.




De hecho, todos los relatos mantienen la misma estructura y similar desenlace. Parece que Bunin tenía fijación con una experiencia, un amor fugaz que sin embargo marca una vida entera, y compuso una serie de variaciones mínimas explotando esta situación. La escritura de Bunin es sensorial, a menudo sensual, repleta de descripciones y con un colorido que hace cada cuento, dentro de su formulación fija, una experiencia diferente.

Si la historia que da título a la selección es una novela corta, los demás relatos son muy breves, algunos de ellos casi esbozos. No hay intriga ni apenas desarrollo, lo importante es la recreación de ambientes y su correlación en los ánimos, al más puro estilo romántico. Son como historias contadas al final de una cena, evocaciones sobre el fulgor del amor y sobre las cenizas que este deja cuando se apaga.

Editorial Pre-Textos
Traducción de Víctor Gallego Ballesteros

viernes, 28 de marzo de 2014

Allá lejos y tiempo atrás. de W. H. Hudson


El hecho de que el paraíso se puede encontrar en cualquier sitio lo demuestra William Henry Hudson al tener su rincón edénico particular en un lugar tan improbable como la Argentina inmediatamente posterior a la Independencia. Para este muchacho de procedencia gringa y crecido en la pampa, nada significaban las luchas de poder y las interminables guerras: el descubrimiento de la naturaleza, el éxtasis ante la primera flor de la primavera, la observación fascinada de los pájaros eran suficientes para completar su felicidad.

No deja de ser clarificador que el adjetivo “bucólico” ya no pueda ser pronunciado sin una connotación irónica. Si la poesía de este género parece tan pasada de moda como cursi, la simple evocación de la naturaleza como un lugar ideal y propicio a las maravillas provoca alzamiento generalizado de cejas y sonrisas de superioridad. Sin embargo, hace un siglo Hudson podía escribir un libro como Allá lejos y tiempo atrás sin que nadie le acusara de pomposidad ni de ser un abrazaárboles.




Leído hoy, el libro sigue manteniendo su atractivo. La sinceridad de Hudson y su amor incondicional por la naturaleza, le llegan al lector de una manera sentida y conmovedora. También hay una buena parte del libro dedicada a las aventuras infantiles en un mundo de gauchos; a la descripción de los extravagantes habitantes de un mundo ya lejano (física y temporalmente), que en su pintoresquismo casi parecen inventados; y una especial mirada sobre la propia familia de Hudson, entre los que destacan el retrato de su querida madre, muerta prematuramente, y de su tan admirado como temido hermano mayor.

Pero sin duda lo más poderoso de la escritura de Hudson esta en esos pasajes dedicados a su afición infantil, que más tarde se convertiría en su modo de vida: la observación de la vida en estado salvaje. Para él cada nueva especie de pájaro, cada serpiente, cada árbol es un deslumbramiento, casi un milagro. Si a esa edad su mayor preocupación era convertirse en un inútil, un embobado sin futuro, cuando escribió Allá lejos ya cercano a los 80 años, confesaba que esta facultad suya para apreciar los dones de la naturaleza le habían servido para apreciar la vida en lo que vale.

Editorial Acantilado
Traducción de Miguel Temprano García

jueves, 27 de marzo de 2014

Ciudad del Sol, de David Levien


Entre las múltiples categorías en la que se puede dividir el género policíaco, una de las más evidentes es la que se produce entre las novelas en las que lo más importante es el ambiente, el carácter de los personajes, la frase lapidaria, en fin, el estilo, y que suele ir asociada a la novela negra americana; y por otra parte los libros que se centran en el argumento, el caso en sí, y en los que un detective sigue un proceso cartesiano hasta alcanzar la resolución del misterio. Esta técnica es la usada tradicionalmente en los libros de detectives británicos.

Lo sorprendente en Ciudad del Sol, y ya parecía casi imposible sorprenderse en un género tan poblado como el negro, es que David Levien combina ambas aproximaciones. Por una parte tenemos esa descripción descarnada y hasta cruel de un mundo oscuro en el que impera el mal. Los personajes son implacables, las situaciones duras casi hasta la náusea y el estilo de Levien seco y sin concesiones. Pero la estructura de la novela sigue la guía de la buena construcción detectivesca: cada paso que da Behr, el investigador protagonista, tiene una lógica a prueba de bombas. Se podría dibujar un diagrama con la evolución del caso que desvelaría una precisión matemática.




Por lo demás, Levien sacia de sobra las demandas de cualquier aficionado del género: hay tipos buenos y malos y líneas de sombra; violencia muy explícita y horror soslayado; personajes principales de gran entereza y secundarios que dan sabor; una narración vertiginosa, acción a cada paso y un misterio que mantiene su poder de atracción hasta el final. También hay un sentido de la justicia que convierte a Behr en un detective modélico.

Quizá en la parte final, cuando la historia se traslada a México, los arquetipos pueden ser algo molestos, pero en cualquier caso Levien no cae en el ridículo de la parodia involuntaria. El frenesí en el que se ve envuelta la narración en todo este tramo final es suficiente para enrolar al lector en una acción sin pausa en la que el detective racional da paso al ser más violento. Aquí se acabaron las sutilezas y las deducciones: llega la hora de resolver el caso por las bravas.

Editorial Roja & Negra
Traducción de Óscar Palmer Yáñez

martes, 25 de marzo de 2014

Una educación libertina, de Jean-Baptiste Del Amo


Muchos aficionados románticos a los libros (como objeto) proclaman que uno de sus encantos es su olor, ese aroma característico y variado que va desde el evocador perfume de los libros viejos al vigorizante estímulo que producen los volúmenes recién salidos de la imprenta. Lo cierto es que Una educación libertina también tiene un olor propio, pero no es tan sublime. Es el olor de la pestilencia, de la podredumbre, de la decadencia. De hecho, la palabra más utilizada por Jean-Baptiste Del Amo es “puant”, apestoso. Por algo será.

Porque da igual que el libro esté ambientado en el París en apariencia luminoso del siglo XVIII. Todo lo que describe Del Amo, desde la llegada de Gaspard, el protagonista, a ese submundo apretado, sudoroso y demacrado de los bajos fondos, hasta su ascenso a los más encopetados ambientes de la nobleza, esta teñido por la hipocresía, la traición y la degeneración. Sí, Una educación libertina es un libro moralista, y Del Amo no lo oculta. Pero tampoco se deja llevar por el sermón o la superioridad: solo a base de descripciones, de observación de comportamientos, el autor transmite al lector su visión de este mundo a punto de desaparecer.




A pesar de que la acción de la novela transcurra a mediados del siglo XVIII, más que el marqués de Sade, obvia referencia, los libros licenciosos de la época o la labor de los enciclopedistas, los trazos más perceptibles en la narración de Del Amo son los grandes autores franceses del XIX. Imposible no acordarse del Julien Sorel de Rojo y Negro al seguir las peripecias del provinciano Gaspard en su arribista trayectoria en la capital; también parece clara la huella de Zola en esa descripción del París más enfangado y convertido casi en un animal desfalleciente; o invocar a Balzac y esos personajes que se presentan llenos de ambiciones para acabar derrotados por la desilusión.

La escritura de del Amo es enfebrecida, está contagiada por la peste que describe y contagia al lector del mismo sentimiento de desagrado. Pero, al mismo tiempo, esta morbosidad hace imposible abandonar la lectura. Sin ninguna simpatía por sus personajes, con una repulsión física, casi podríamos acusar de perversión al mismo del Amo por su talento a la hora de seducir al lector y sumergirlo en la bajeza, sin redención.

Editorial Folio
Edición en castellano en Cabaret Voltaire

viernes, 21 de marzo de 2014

Justicia, de Friedrich Dürrenmatt


El tópico manda que al hablar de Suiza se acople el adjetivo de “civilizada”, aunque en muchas ocasiones solo sea para inmediatamente contradecir tal apreciación. En Justicia esta dualidad entre apariencia idílica y trasfondo turbio está presente desde su mismo planteamiento: un asesinato cometido con la mayor pulcritud. Sí, se trata de matar a una persona, pero todo se hace con educación y sin perder los modales. Muy civilizado.

Las obras policíacas de Friedrich Dürrenmatt siempre son muy peculiares, y Justicia es de las más enrevesadas. Y eso que la trama es clarísima, no hay duda sobre quién ha cometido el crimen. Otra cosa es la verdad. En un planteamiento puramente teórico, aunque todo el mundo sepa quién es el culpable, si se decide obviar este pequeño detalle, todas las pruebas pueden llevarnos por un camino totalmente diferente. Y esta será la decisión que tome el protagonista de Justicia. Una decisión venal, pero que tendrá consecuencias morales.




En Justicia tenemos a un asesino que a la postre será declarado inocente (esto lo sabemos desde el principio), un investigador que no quiere completar su tarea y que se comprometerá a desmontar sus conclusiones, una mujer que no es la mujer que dice ser... Y por si todo esto no fuera suficientemente complicado, también tendremos una coda en la que la partida de billar, en la que unas bolas se van chocando con otras con una precisión matemática, tendrá una última carambola que nos llevará a la conclusión más perturbadora: una cosa es lo que ha pasado y otra totalmente diferente lo que podemos llegar a saber.

Pero Justicia no es una novela especulativa o meramente abstracta. También es una historia detectivesca perfectamente construida. Su narración en primera persona añade incógnitas a un relato ya de por sí lo suficientemente enrevesado para sugerir mil interpretaciones. Si en una novela de detectives convencional lo importante es “quién lo ha hecho”, o como mucho “por qué”, en este caso lo que plantea Dürrenmatt es “¿existe la justicia?”

Editorial Tusquets
Traducción de Juan José del Solar

jueves, 20 de marzo de 2014

Roscoe, negocios de amor y guerra, de William Kennedy


Aunque la acción de Roscoe, negocios de amor y guerra se desarrolla a mediados de los años 40 en Albany, la capital del estado de Nueva York, para el lector español su inicio puede parecer puramente costumbrista: un empresario entrega su comisión al representante local del partido, quien lo esconde a buen resguardo de posible investigaciones. El aparato político que describe William Kennedy es sucio, corrupto, depravado. Y todo está narrado con la mayor naturalidad.

Otra referencia clara que le puede venir a la cabeza al lector es Boardwalk Empire. Roscoe parece un reflejo de Nucky Thompson, un político a la sombra que en realidad maneja todos los negocios sucios del partido (en este caso, el Demócrata): prostitución, distribución ilegal de alcohol, apuestas: pocos crímenes le son ajenos. Incluso, como en la serie, su hermano es el jefe de la policía local.




Pero Roscoe no es solo la historia de una maquinaría tan corrupta como eficaz, también es la historia personal y trágica de este hombre que llevado por las circunstancias ha tenido que hacer siempre lo que menos le gustaba, aunque lo ha hecho como todo un profesional. Kennedy tiene un bagaje periodístico (palpable) y una larga carrera como novelista que se manifiesta en un control absoluto de los tiempos narrativos, que se van mezclando con fluidez. También es capaz de convertir a ese ser despreciable y manipulador que es Roscoe en una especie de héroe griego.

Al igual que en Tallo de hierro, también perteneciente a su serie de Albany, Kennedy combina un naturalismo que no se ahorra detalles macabros, con una serie de referencias sobrenaturales en principio desconcertantes, pero que acaban por integrarse con sutileza. Al final lo que queda es una historia de éxito tras éxito hasta el derrumbe postrero.

Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Jordi Fibla

martes, 18 de marzo de 2014

India, de Patrick French


Una de cada seis personas que viven en el mundo ha nacido en la India. Este país, que es más bien un mundo en sí mismo, tiene una rica cultura milenaria cuya influencia permanece hasta nuestros días, y además es una de las potencias emergentes con más futuro. De hecho, según muchos analistas, será la verdadera gran potencia del siglo XXI, incluso por encima de China. Sin embargo, en realidad poco sabemos sobre India, ni de sus tradiciones, siempre exóticas, ni sobre su realidad actual. Patrick French, que no es un viajero que después de haber pasado un mes en la India cree saberlo todo sobre ella, sino que por motivos familiares y personales conoce el país de arriba abajo, nos ayuda a definir una imagen, ciertamente incompleta, pero coherente y detallada de este universo en India.

El libro está dividido en tres partes, dedicadas a la historia, la economía y la sociedad de la India. Sin embargo, la complejidad de la empresa hace que tanto cronológica como temáticamente cada apartado se mezcle. Conocemos la historia de las grandes personalidades que han contribuido a crear la Inda moderna, desde la saga de los Nehru hasta los magnates de los negocios como Mittal, pero también la vida anónima de gente que lucha por sobrevivir. Los conflictos religiosos, la adaptación al mundo moderno o las curiosidades puramente indias añaden matices a una panorámica de un país que puede parecernos ajeno pero al que merece la pena acercarse.


En la primera parte, que se inicia con la independencia de la India, el lector podrá sorprenderse al conocer cómo la India se convirtió en la mayor democracia del mundo pese a todos los factores en su contra. Gracias a la labor de personas de una gran valía intelectual y política, y a las peculiaridades de un pueblo preparado para el cambio, la India puede enorgullecerse de tener un sistema razonablemente eficaz. French no oculta las arbitrariedades del poder, la corrupción cotidiana y los problemas de gobernación, pero también destaca los logros alcanzados en tan poco tiempo por un país que venía del subdesarrollo más miserable.

Tras exponer las estructuras políticas de la India y la evolución de sus gobiernos, marcados por la familia Nehru-Gandhi, French se centra en la revolución económica. Muchas de las mayores fortunas del mundo están en manos indias, y las tasas de crecimiento del país son la envidia de cualquier país. Además, la juventud de su población y el dinamismo de su economía hacen pensar que, al contrario que en el caso chino, este auge será constante durante los próximos decenios. La otra cara de la economía india es el insoportable nivel de pobreza, ya que gran parte de la población vive en los márgenes de la subsistencia. En los próximos años se verá si el crecimiento económico beneficia a amplias capas de la sociedad o se queda en manos de unos pocos.

La última parte de India está dedicada a la sociedad. French se centra en la forma de vida de los más desfavorecidos, los parias, a los que un inhumano sistema de castas mantuvo durante mucho tiempo aislados del resto de la población, y que ya en democracia han tenido que seguir luchando con todas sus fuerzas para conseguir un lugar más visible y respetable. También habla de las dificultades religiosas que se viven en un país con variedad de creencias y un vecino tan inestable como Pakistán. Por último, French hace hincapié en la capacidad innovadora de los indios, en su habilidad para resolver problemas. A lo largo del libro asistimos tanto a las demostraciones más espeluznantes de crueldad como a manifestaciones de superación ejemplar. India puede parecer un país inasible, pero con el libro de French estamos más cerca de poder empezar a comprender.

Editorial Duomo
Traducción de Josep Escarré Reig

viernes, 14 de marzo de 2014

La cena, de Herman Koch

 

El inicio de Anna Karenina debe de ser una de las frases más citadas en la literatura contemporánea (“Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”). Más allá de lo que pueda tener de certera o brillante, lo cierto es que da pie a muchas historias, y en una literatura que tiene a la familia como uno de sus principales temas, no parece una mala invocación. Paul, el protagonista de La cena, no deja de repetir la idea de que la suya es una familia feliz. Al principio pensamos que es una manera de autoengaño, de intentar simular que todo va bien mientras el barco se hunde. Pero una interpretación más cínica concluiría que Paul tiene razón, que su familia es bastante feliz.

Este despiadado libro de Herman Koch se podría ver también como una versión radical y sangrienta de Un dios salvaje, la obra de teatro de Yasmina Reza. Dos hermanos y sus mujeres se reúnen a cenar para discutir un tema importante relativo a sus hijos. Paul, que cuenta la historia, parece un tipo simpático, irónico, lúcido. Su hermano, un destacado político holandés, es presentado como un zafio y pretencioso bobo. Pero poco a poco iremos sabiendo que la voz de Paul no es en absoluto imparcial. Ni equilibrada.



La novela se desarrolla hacia atrás. Si la cena sirve como espacio catárquico, como lugar para hablar del elefante en la habitación, a través de los recuerdos de Paul vamos descubriendo la suciedad que esta familia esconde debajo de la alfombra. También es habitual en la narrativa actual la metáfora de los escenarios impolutos (en este caso el restaurante de gran clase), que deslumbran a la vista para ocultar la putrefacción de una sociedad decadente y amoral.

Koch tiene que lidiar con el tratamiento de “grandes temas”, como la violencia juvenil, la educación o las enfermedades mentales, que además tienen una peligrosa vertiente sensacionalista, sin caer precisamente en el morbo o en la superioridad moral. Y por eso decide que su narrador sea Paul, tan atractivo y tan repugnante, tan impulsivo como perdido. Al final el lector quedará espantado y sobresaltado, pero eso es solo el primer paso. Después llegará el momento de las preguntas incómodas.

Editorial Salamandra
Traducción de Marta Arguilé Bernal

jueves, 13 de marzo de 2014

Historia de Roma, de Indro Montanelli


Indro Montanelli es ampliamente reconocido como uno de los grandes periodistas del siglo XX. Su trabajo como corresponsal de guerra, reportero de los más diversos temas y cronista privilegiado de la vida italiana, le han granjeado un prestigio a prueba de bombas. Sin embargo, estos créditos no hacen sus libros de historia más fiables, por el contrario, habrá mucha gente que pensará que se metió en terreno ajeno, que no le pertenecía a él entrometerse en un espacio tan reglamentado como el de la Historia. Pero él mismo confesaba que no trataba de escribir estudios originales, ni mucho menos definitivos. En Historia de Roma trata de compendiar en un volumen accesible la fascinante historia de Roma con gran capacidad de síntesis, un envidiable sentido de la narración y un gran humor (precisamente una de las características que más echaba en falta en los antiguos romanos).




Al hablar de Tácito, Montanelli dice que hubiera sido mucho mejor historiador si en lugar de dejarse llevar por sus simpatías o antipatías personales se hubiera atenido más a los hechos. Pero que, después de todo, tampoco deberíamos ser muy estrictos con él, pues se trata de un excelente escritor. Algo parecido se puede decir del propio Montanelli, quien nunca oculta de qué lado está: por ejemplo, tiene una gran inclinación por Julio César, o una mirada claramente cristiana, lo que le sitúa en las antípodas de Gibbon a la hora de analizar el declive del Imperio. Pero podemos dejar aparte sus veleidades y gozar de su talento como contador de historias, más que de Historia.

Un historiador no profesional suele centrarse en el recuento de grandes sucesos y la repetición de nombres importantes. Montanelli demuestra que es algo más que un aficionado al incluir en su libro aspectos que van más allá de la colección de fechas y reyes, con capítulos enteros dedicados a la sociedad, la economía o la cultura. Sin perder de vista este apartado informativo, Montanelli tampoco pierde de vista otra de sus intenciones fundamentales: la de entretener. A través de numerosas anécdotas y de opiniones propias que deja deslizar a la mínima, mantiene tanto el interés del lector como su buen humor.

Editorial Random House Mondadori
Traducción de Domingo Pruna

lunes, 10 de marzo de 2014

El matrimonio de la señorita Buncle, de D. E. Stevenson


Cuando un personaje de una novela, que da la casualidad de que es escritor, describe su método a la hora de escribir un libro, es fácil pensar que es el propio autor quien se está expresando. En El matrimonio de la señorita Buncle su protagonista explica que para ella escribir no es como construir una casa, cuando todo tiene que estar planificado, sino más bien como cazar, para lo que hay que estar atenta a los detalles y dejarse llevar por lo imprevisto. Da la sensación de que D. E. Stevenson mezclaba ambos principios: sus tramas son tan ligeras que no hace falta una excesiva preparación previa, pero el entrelazado y la conclusión son tan ineluctables que no pueden ser atribuibles a ocurrencias de último momento.




Algo igualmente difícil de evitar es leer El matrimonio de la señorita Buncle si antes se ha caído en El libro de la señorita Buncle, el primer libro de la trilogía. Stevenson tiene un encanto en su forma de narrar, una ligereza llena de simpatía, una habilidad para construir personajes tan excéntricos como memorables, que hace irresistible caer en la tentación de volver a sus libros. Stevenson, más que a su tío Robert Louis, recuerda a P. G. Wodhouse por retratar similares ambientes de la clase alta británica con la misma irreverencia y, a la vez, con una ingenuidad desarmante.

El matrimonio de la señorita Buncle se lee como un libro de vacaciones, una relajada historia intrascendente de testamentos y matrimonios secretos que juega con la complicidad del lector, pero nunca pasándose de lista, no quiere demostrar su inteligencia a costa de sus criaturas, sino sacar todo el partido de sus peculiaridades, jugar con el choque entre el cálculo y la más pura inocencia.

Editorial Alba
Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera


viernes, 7 de marzo de 2014

El testamento de María, de Colm Tóibín


En el breve perfil de Colm Tóibín que aparece en sus libros se dice de él que es “uno de los mejores escritores irlandeses de nuestro tiempo”. Si tenemos en cuenta la extraña estadística que sitúa a Irlanda como el país del mundo con mayor número de genios literarios por habitante, podríamos aumentar el alcance de la descripción y decir que Tóibín es “uno de los mejores escritores de nuestro tiempo”.

Solo alguien como Tóibín, con su acreditada maestría narrativa, puede hacer frente a un desafío como el que supone El testamento de María sin caer en el ridículo o pasarse de ambición. Y sin embargo, el propósito del autor no es en absoluto narrar “la historia más grande jamás contada”, ni tan siquiera ofrecer una visión rompedora o transgresora. Su intención es contar una historia puramente humana, la de una madre que pierde a su hijo.




La propia tradición cristiana, al menos desde la Edad Media, ha dado a la Virgen María un papel predominante en su imaginería, otorgándole no pocas veces incluso más relevancia que a Cristo, especialmente en los países mediterráneos. En El testamento de María tenemos una posible explicación: ella es humana, accesible. Incluso su “traición”, es comprensible. Vemos a una mujer desengañada, aturdida por una serie de sucesos que no puede asimilar. Herida por la insensibilidad de su hijo. Porque María siempre habla de su hijo, jamás del Hijo de Dios.

Aunque El testamento de María fue escrito originalmente como obra de teatro, es difícil durante su lectura pensar que pudiera ponerse en escena. Memorizar el texto ya parece una proeza, pero su profundidad, su sutileza y su complejidad la hacen practicamente irrepresentable. Y sin embargo, ya se ha estrenado en Nueva York. Solo puede ser un desastre absoluto o una obra maestra. Esperamos tener algún día la oportunidad de comprobarlo.

Editorial Lumen
Traducción de Enrique Juncosa

jueves, 6 de marzo de 2014

Incógnito, de David Eagleman


Cuando se combinan en una misma persona los conocimientos y el rigor de una formación científica con el talento para escribir de una manera apta para todos los públicos, el resultado siempre es apasionante. David Eagleman, que de manera poco sorprendente también ha transitado los caminos de la ficción, es capaz de ofrecer en Incógnito un libro denso, de profundas implicaciones personales y sociales, y a la vez mostrarse como un maestro de la divulgación científica.

Los primeros capítulos de Incógnito están dedicados a explicar la esencia del yo, nada menos. Para Eagleman el individuo es una suma de procesos mentales, un equipo de enemigos que trabaja en la sombra y cuya manifestación consciente es solo una pequeña parte de todo el entramado neuronal. Las personas “tiene poca capacidad para elegir o explicar sus acciones, motivaciones y creencias”, pero la solución no es sobrenatural, ni tan aterradora como pueda parecer: simplemente no somos tan libres como nos parece.



En esta primera parte Eagleman seduce al lector con un serie de juegos y paradojas que le hacen estar siempre en estado de sorpresa. Pese a tratar temas turbadores y antiintuitivos, los argumentos de Eagleman y su manera de expresarlos son tan convincentes que los posibles reparos que se tengan pronto quedan disueltos. ¿Cómo que todo se reduce a la biología, que nuestro comportamiento se debe a procesos químicos o actividad cerebral de incógnito? El determinismo asusta, pero es inútil rechazar una idea solo porque no nos guste.

De hecho, lo más interesante del libro llega en el capítulo 6. Eagleman no llega a desestimar la existencia del libre albedrío de manera radical, pero aún en el caso de que existiera, su influencia sería mínima. Eagleman plantea entonces el caso del comportamiento criminal: ¿hasta que punto es un delincuente responsable de sus actos? Un tumor puede ser la explicación de un ataque rabia homicida, pero es que en todos los casos de conducta criminal hay detrás una explicación fisiológica, solo que todavía no la conocemos. Por lo tanto, Eagleman plantea dejar aparte el tema de la culpabilidad y centrarse en la rehabilitación (o modificabilidad). No se trata de dejar sin castigo ni de hacer de la justicia un campo de la ciencia, pero si lo que se pretende es evitar la reincidencia y esquivar los errores de la intuición humana, lo mejor es confiar en el estudio neurológico. Como se suele decir, un tema para reflexionar.

Editorial Canongate
Edición en castellano de Anagrama


martes, 4 de marzo de 2014

Alucinaciones, de Oliver Sacks


Al leer los libros de Oliver Sacks se tiene la sensación de que la “normalidad” (ya para siempre entre comillas) es algo bastante raro. No solo es que haya tal cantidad de peculiaridades mentales que parecen afectar a todo el mundo, sino que al detallar estas patologías el lector siente que, en mayor o menor medida, puede sufrir una variada gama de dolencias. Es el típico síntoma hipocondríaco que afecta a la revisión de cualquier lista de enfermedades, pero también es algo más, es la confirmación de que esa “normalidad” no existe.

Sacks se ha ocupado en otros libros de diversos temas relacionados con la neurología, siempre desde una perspectiva personal, ya sea como médico o como paciente él mismo. Que sus libros sean ampliamente conocidos se debe en parte a su capacidad para plantear las enfermedades como historias humanas, y no como casos clínicos analizados fríamente. Se nota que lo que cuenta le importa, y el lector se ve contagiado por esa misma afinidad.




En Alucinaciones, Sacks repasa un amplio muestrario de “apariciones” mentales que van desde las visiones de los ciegos y los sonidos que oyen los sordos, hasta vivencias provocadas por el consumo de drogas o experiencias tan extendidas como las migrañas o la parálisis nocturna por no hablar de las extrañas y a veces surrealistas situaciones que se dan en los casos más extremos. Como es costumbre en Sacks, cada historia está tratada con delicadeza, erudición y sentido del humor. El impacto que provocan algunos de los casos tiene su contrapeso en la sensibilidad del autor.

Una de las cosas más insoportables de las novelas es cuando un personaje cuenta un sueño, quizá porque sea demasiado redundante. En el caso de Alucinaciones, por las similitudes entre estas experiencias y los sueños, a veces se tiene la sensación de estar leyendo un catálogo de sueños, y sin embargo no se produce este rechazo. La creatividad de las alucinaciones, su diversidad y, por paradójico que pueda parecer, su realismo, hacen que la lectura sea en todo momento atenta e instructiva.


Editorial Anagrama
Traducción de Damián Alou